Medicina bioinspirada
El nexo entre salud y naturaleza ha estado establecido desde tiempos inmemoriales de un modo intuitivo por los humanos. La medicina tradicional se ha esforzado por identificar, adaptar y posteriormente reproducir sustancias que actualmente se han convertido en fármacos de uso corriente.
Éste es el caso, por ejemplo, de las raíces y las hojas de la adelfa, ricas en oleandrina y un compuesto esteroide, muy similar a dos cardiotónicos utilizados con frecuencia en la insuficiencia cardiaca.
La perspectiva cartesiana de la medicina y su tendencia al especialismo la han conducido a una focalización extrema, olvidando el contexto que da sentido pleno a este conocimiento.
La biomimética, por el contrario, se inspira siguiendo las dinámicas naturales: es ágil, heterodoxa, híbrida y experimental. De forma similar, la medicina actual requiere nuevos modelos, nuevas maneras de pensar, tal como sucede con las mutaciones que en sí constituyen una oportunidad para desarrollar otras posibilidades.
Una de las primeras consecuencias de aplicar la biomimética en la medicina es implementar la colaboración transdisciplinar. Así, en el Instituto Karolinska de Suecia se desarrollan talleres para estudiantes de doctorado sobre biomimetismo y diseño circular en el Departamento de Neurobiologia.
En un plano más concreto podemos ver cómo la bioinspiración ha permitido solucionar el difícil reto de suministra insulina por vía oral. Desde su descubrimiento en 1922, los investigadores detectaron que esta substancia no puede sobrevivir a los ácidos del estómago.
En estudios recientes, el Massachusetts Institute of Technology (MIT), con la colaboración del Brigham and Women’s Hospital; Universidad de Harvard y financiado por Novo Nordisk, diseñaron una cápsula inspirada en la naturaleza, de forma curvada y empinada como la concha de la tortuga leopardo. El principio biomimético, en este caso, es que este diseño permite al animal reorientarse siempre en la misma cara inferior.